Acerca de mi.

Porque cada foto cuenta una historia.

Soy Carolina Guerrero, fotógrafa profesional. Trabajo con mujeres que buscan verse reflejadas en imágenes que de verdad conecten con quienes son. A través de sesiones de retrato, fotografía de marca personal, cursos y talleres, las acompaño a encontrar la belleza en su vida cotidiana y el valor en su historia.

Pero no siempre fue así.

Y si estás leyendo esto, quiero contarte un poco de cómo llegué hasta aquí.

Desde muy joven supe que quería dedicarme a algo creativo. Me encantaba el arte, pero también sentía la presión de hacer algo “rentable”, así que elegí estudiar diseño gráfico. Durante la carrera tuve clases de fotografía y sentí algo que no pude ignorar. Me encantó la posibilidad de contar algo a través de una imagen, así que tomé un diplomado en fotografía aplicada y algunas clases adicionales que me conectaron con algo que verdaderamente me emocionaba.

Sin embargo, no sabía muy bien qué hacer con eso.

Sin embargo, no sabía muy bien qué hacer con eso.

Empecé a trabajar como diseñadora en una agencia de publicidad y, casi en paralelo, decidí certificarme en programación neurolingüística. Necesitaba conocerme, comunicar mejor, entender qué me detenía. Empecé a darme cuenta de que muchas de nuestras limitaciones vienen de creencias aprendidas, y que la única forma de romperlas era cuestionándolas. Fue una etapa de muchas preguntas, pero todavía sin respuestas claras.

Poco después, renuncié a mi trabajo. Me casé. Y al poco tiempo fui mamá.

Ahí todo cambió. La maternidad no fue como la imaginaba.

Tuve una depresión postparto que no entendía y de la cual no tenía información, me sentía abrumada, sola y desconectada.

No estaba teniendo esa experiencia de felicidad instantánea y me dolía sentir que algo estaba mal conmigo por eso.

Buscando una forma de volver a mí, volví a la fotografía. Pero esta vez de otra forma. Tomé cursos en línea dictados por otras madres que querían lo mismo que yo. Empecé a documentar mi vida diaria, no con la intención de que se viera perfecta, sino de encontrar la belleza en lo que estaba ocurriendo, tal cual era.

Y un día, después de meses fotografiando mi entorno, me di cuenta de algo:

Yo casi nunca aparecía en las fotos.

Era yo quien las tomaba, pero no estaba presente. Me había vuelto una espectadora de mi propia vida. Entonces empecé a hacerme autorretratos. Y aunque esas fotos no eran para publicar, ni para mostrar a nadie más…ni siquiera podía mirarme directamente a la cámara.

La única que me juzgaba era yo.

Fue ahí cuando entendí que si quería que mi hija aprendiera a verse con amor, tenía que enseñárselo con el ejemplo. Y que para eso, primero tenía que aprenderlo yo. Poco a poco, empecé a conectar con mi imagen. A aceptarme. A reconocerme. Y ese proceso personal se convirtió en el corazón de mi trabajo.

Volví a ofrecer sesiones, esta vez con un enfoque diferente: no buscaba la imagen perfecta, sino una que tenga verdad, que tenga alma. Quería que otras mujeres también pudieran verse desde un lugar de autenticidad y cariño. Con el tiempo entendí que no era la única que se sentía así.

Que muchas de nosotras hemos crecido creyendo que no somos suficientes para ser vistas. Que si no encajamos en un molde, no merecemos estar en la foto. Que solo si tenemos éxito o cierta imagen, somos válidas.

Y no es verdad.

Hoy tengo el privilegio de trabajar con mujeres que quieren contar su historia y verse con otros ojos. Mujeres que tienen una marca, un mensaje o simplemente una necesidad de volver a sí mismas. A través de la fotografía y el storytelling, las acompaño a encontrar esa belleza que ya habita en ellas y reflejarla con intención. Porque la historia que vivimos, las emociones que sentimos y la forma en que nos miramos…todo eso importa.

Y cuando nos atrevemos a mostrarnos desde ahí, podemos inspirar a otras a hacer lo mismo. Sobre todo a nuestras hijas.

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Ciudad Celeste, vía Samborondón. Guayaquil-Ecuador

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